Wednesday, May 31, 2006

INTEGRANTES

ANDRES MORALES VILLALOBOS.
OSCAR ANDRES NIÑO.
VICTOR HERNANDEZ.

Thursday, May 25, 2006

ERA DE VIOLENCIA



La violencia política entre los dos bandos, que había crecido a medida que se acercaban las elecciones presidenciales, se intensificó una vez finalizado el proceso de elección del Presidente y se mantuvo sin tregua durante toda la administración de Gómez, desde 1950 hasta 1953. Ninguna región del país estuvo ajena a la confronta­ción, aunque el fenómeno fue principalmente rural y no urbano, con excepción del propio 9 de abril. Algunas regiones, como las plani­cies costeras del norte y el departamento de Nariño, sufrieron menos que el resto del país, donde incidentes aislados que venían ocurriendo desde 1946 provocaron reacciones en cadena de represalias y contrarrepresalias, mientras en los Llanos Orientales y en algunos otros lugares surgieron bandas organizadas de guerrilleros liberales que acosaban a los agentes del gobierno y a sus simpatizantes y protegían a los sitiados liberales. En el bando opuesto, grupos de vigilantes gobiernistas' con nombres pintorescos como «chulavitas» y «pájaros» perpetraban asesinatos y asaltos en serie con aparente impunidad. En conjunto, se trata de una historia horripilante, en la cual murieron entre 100.000 Y 200.000 colombianos. El esfuerzo por explicar la ola de violencia ha generado una vasta y creciente cantidad de estudios históricos y sociológicos, que se suman a un impresionante número de obras li­terarias que recrean la era de la violencia.

Las explicaciones que han surgido oscilan entre versiones simplistas del conflicto de clases y abstrusas interpretaciones sicoló­gicas del impacto cultural de la «modernización». Desde luego, algu­nos de los hechos violentos no fueron más que actos de bandidaje puro, llevados a cabo por delincuentes profesionales o por liberales y conservadores que previamente habían sido expulsados de sus fincas por adherentes del partido contrario y que adoptaron la vida criminal como la manera más práctica de supervivencia en las circunstancias del país. En algunos casos, los motivos políticos fueron utilizados como mampara para ocultar groseras motivaciones económicas. Un terrateniente codicioso o una banda de campesinos atropellados


Con el fin ostensible de vengar alguna atrocidad, pero en realidad
para usurpar las tierras de las víctimas. Hubo otras formas de moti­vación económica disfrazada, pero el hecho es que muchas de las áreas más afectadas habían sido anteriormente escenarios de descon­tento agrario, o tierras recientemente colonizadas donde existía com­petencia por buenos terrenos para cultivo de café, o donde los títulos de propiedad no estaban claramente definidos. Sin embargo, casi nunca se escuchó hablar de campesinos liberales en conflicto con terrate­nientes liberales (ni de conservadores contra conservadores de clase social distinta). Generalmente, la violencia enfrentó a campesinos de un partido contra campesinos del otro, mientras los grandes propieta­rios, para no mencionar a los profesionales y hombres de negocios de los dos partidos, permanecían en la relativa seguridad de las ciudades. Existen, por lo tanto, buenas razones para considerar la hereditaria rivalidad partidista entre liberales y conservadores como la causa principal de la Violencia. Los sucesos políticos habían desencadenado el proceso y las rivalidades políticas lo mantenían vigente. Pero la dramática intensidad de la competencia entre los partidos colombianos habría sido impensable si el nivel de desarrollo rural en términos sociales y económicos hubiera sido más alto. Sola­mente un campesinado semianalfabeto y con las más imprecisas ideas sobre lo que ocurría en el país se habría dejado convencer de que los miembros del partido contrario estaban aliados con el diablo; y es poco creíble que el control de un gobierno local con un presu­puesto anual de menos del 1.000 dólares fuera motivo suficiente para salir a matar gente en pequeñas poblaciones donde predominaba una terrible pobreza, aunque es reconocido que las dependencias mu­nicipales podían influir también en las disputas sobre la posesión de la tierra u ofrecer diferentes tipos de protección. El hecho es que la Violencia fue, como ya se anotó, un fenómeno predominante­mente rural. Las ciudades, donde los niveles educacionales eran más altos y donde había mayor variedad de medios de subsistencia, quedaron en gran medida a cubierto.

ECONOMIA DE COLOMBIA EN ESOS MOMENTOS

Otro fenómeno de estos años, en cierto modo paradójico, fue el crecimiento económico. El número de muertos aumentó, pero también lo hizo el índice del producto interno bruto, a una tasa de 5% anual entre 1945 y 1955. La producción industrial creció aún más notoriamente durante el período, al) 9% anual. Hubo cierto incre­mento de las inversiones extranjeras en las manufacturas, aunque el sector industrial continuó siendo predominantemente de propie­dad colombiana. Mientras tanto la proporción de habitantes urbanos, que en 1938 había sido del 31 %, se elevó al 39% en el censo de 1951 y alcanzó el 52% en 19646. El avance de la urbanización recibió sin duda el estímulo --como se ha afirmado comúnmente- del flujo de desplazados rurales de la Violencia hacia las ciudades, pero este factor se ha exagerado.
El aumento de la urbanización fue en verdad una tendencia general en toda América Latina y obedeció tanto a la extrema pobreza y falta de oportunidades del campo como a la existen­cia de puestos de trabajo del sector manufacturero y similares dis­ponibles en las ciudades; o también, como era el caso colombiano, a la mayor seguridad que ofrecía el entorno urbano.

A comienzos de la década de 1950, durante la guerra de Corea, cuando, entre otras cosas, el precio del café alcanzó una nueva marca al superar la barrera del dólar por libra. Las políticas del gobierno colombiano, sin embargo, eran generalmente favorables al crecimiento económico, aunque no siempre lo fueran a la tranquilidad política o a la distribución equitativa de los beneficios de dicho crecimiento. El presidente Ospina Pérez, como opulento hombre de negocios edu­cado en los Estados Unidos, podía inspirar confianza a la comunidad empresarial, tanto extranjera como doméstica; y Laureano Gómez, aunque tenía menos vínculos personales con tal comunidad, no era ciertamente un peligroso izquierdista.
Gómez era además impeca­blemente ortodoxo en el manejo de las finanzas del Estado, man­tenía un estrecho control de los gastos e incluso había conseguido una ligera reducción en la deuda pública. La venta a bancos privados de las acciones que el gobierno poseía en el Banco de la República, ocurri­da en t 953, es un buen ejemplo del compromiso del régimen de res­petar y trabajar estrechamente con la empresa privada (a tiempo que mantenía a raya la agitación laboral y de izquierda). En tal clima de negocios, los inversionistas se preocuparon por la violencia rural tal vez menos de lo que se podría haber esperado.




En la política petrolera también se reflejaba un cierto ele­mento nacionalista. La concesión otorgada a la más importante de las compañías petroleras, la Tropical Oil, debía expirar en 1951. La empresa estaba preparada para negociar la renovación, pero Colombia dejó que la concesión junto con la refinería construida en Barrancabermeja para manejar su producción quedara en manos del gobierno, que procedió a crear su propia empresa pe­trolera, Ecopetrol. La Tropical Oil continuó cumpliendo un papel en la comercialización del petróleo de sus antiguos pozos, pero Colombia, como México y Argentina y antes que Venezuela, poseía ahora su propia firma petrolera, que asumiría una función directriz en la industria.

PERSECUCION A JUDIOS

En 1950. También hubo, por ejemplo, muchas denuncias sobre una supuesta persecución de protestantes. Éstos se habían establecido en Colombia en el siglo XIX y no habían propiciado una conversión a su credo en gran escala. Hacia 1950 constituían todavía menos del 1% de la población. Pero a medida que la Violencia se expandía, aumenta­ban los incidentes que afectaban a la comunidad protestante, como en casos de iglesias apedreadas y pastores golpeados. No hay eviden­cias de que tales ataques fueran perpetrados por orden directa del gobierno de Bogotá, ni mucho menos del Vaticano; pero a menudo aparecían funcionarios locales conservadores y sacerdotes católicos implicados en los ataques.
Desde el punto de vista de los protestantes, incluidos los del extranjero, se trataba de una verdadera ola de per­secución religiosas. La respuesta oficial a tales reclamos fue doble. En primer término, los voceros del gobierno señalaron correctamente que todos los protestantes colombianos eran liberales (como reacción na­tural a la histórica asociación entre la Iglesia Católica Romana y los conservadores); por lo tanto, supuestamente, cualquier ataque del.
que fueran víctimas era sólo consecuencia desafortunada de la lucha política que devastaba a la nación; los protestantes eran atacados no precisamente por ser protestantes, sino por ser liberales. En se­gundo lugar, el gobierno alegaba que algunos protestantes, por la vehemencia de sus ataques a las creencias y prácticas católicas, habían provocado tanta hostilidad entre los católicos locales, que éstos no podían controlarse ni contener su indignación. Una vez más, había un elemento de veracidad en el argumento, pues no todos los misioneros y conversos procedían con tacto en sus actividades proselitistas.
Por lo general los miembros de las denominaciones establecidas desde hacía mucho tiempo, como los presbiterianos (los primeros en comen­zar sus trabajos en Colombia), no eran los que recibían los golpes; la mayor parte de la hostilidad recaía sobre grupos abiertamente anticatólicos, a menudo del tipo pentecostal, que habían iniciado sus actividades en años recientes. La Segunda Guerra Mundial, que había llevado al cierre temporal de las misiones de protestantes estado­unidenses en el este de Asia, provocó un aumento de sus actividades en países como Colombia.
Sin embargo, por lo general los conservadores creían que las actividades de los protestantes debían ser restringidas. No inten­taban abolir las garantías constitucionales en lo relativo a tolerancia religiosa, pero las interpretaban de manera muy estrecha, aceptando la libertad de conciencia y el derecho a practicar ritos no católicos, pero de ninguna manera el proselitismo entre la población católica. La administración Ospina Pérez no aplicó de manera seria la anterior
. interpretación de la libertad religiosa, pero cuando Laureano Gómez llegó al poder las autoridades comenzaron a tomar medidas para li­mitar la actividad protestante. Negaban el uso de la radio para progra­mas religiosos protestantes y en muchos lugares prohibieron la distribución callejera de literatura. También culparon a los mismos protestantes por los continuos incidentes de violencia contra miem­bros de sus comunidades.

COLOMBIA Y LA GUERRA DE COREA


Colombia fue el único país latinoamericano que intervino en ese conflicto, y lo hizo por decisión del presidente Laureano Gómez. La participación colombiana consistió en un batallón, además de los servicios de un barco de guerra en aguas coreanas; el gobierno reco­noció que su importancia radicaba ante todo en la expresión de solidaridad. Sin embargo, el destacamento tuvo un desempeño excelente entre todas las unidades que participaron, puso su cuota de bajas en combate y obtuvo sinceros elogios de los jefes militares de las Naciones Unidas. No había, desde Juego, ninguna razón para dudar de las cualidades de los combatientes colombianos. Lo que parecía extraño, no obstante, era que justamente cuando el país estaba atrapado en una virtual guerra civil, sus hombres estuvieran combatiendo en Corea, teniendo en cuenta que ningún otro país latinoamericano hacía lo mismo. Otras naciones habían ofrecido enviar contingentes pura­mente simbólicos, pero sólo Colombia había ofrecido una fuerza lo suficientemente grande para incorporarla a los destacamentos coreanos, estadounidenses y de otros Estados.

Los críticos de Gómez se preguntaban por qué razón este hombre, al parecer tan opuesto a los Estados Unidos durante la Se­gunda Guerra Mundial, habría de movilizar fuerzas para luchar junto con aquel país en Corea. Surgieron varias y complicadas explicaciones. Una tesis, que logró amplia aceptación en su tiempo sostenía que Gómez quería sacar del país a oficiales sospechosos de simpatizar con los liberales, enviándolos a luchar y tal vez a morir en el este de Asia. Pero esta idea, aparte de carecer de evidencias concretas, es en cierto modo improbable. Los oficiales liberales podían 'cubrirse de gloria en campos de batalla extranjeros y luego regresar al país para intentar derrocar a Gómez. Más aún, el destacamento colombiano enviado a Corea era en su mayor parte una fuerza de voluntarios; entre otros motivos, porque recibirían un suplemento salarial, un nú­mero muy superior al necesario se había inscrito para partir y las cualidades profesionales fueron el criterio principal para decidir quién podría hacerlo.
También se ha planteado -y esta ha sido la explicación fa­vorita de la izquierda colombiana- que los Estados Unidos habían ejercido presiones sobre las autoridades colombianas para enviar a jóvenes soldados a luchar y morir en el 'extranjero.
Los Estados Uni­dos no ocultaban su profundo deseo de contar con participación latinoamericana en la lucha en Corea; pero una vez más, no hay evidencias concretas para apoyar esta tesis. Incluso si se pudiera de­mostrar que hubo presión directa, todavía habría que investigar por qué Colombia, de todas las naciones latinoamericanas supuesta­mente expuestas a tácticas similares, fue la única en responder favo­rablemente. Más probablemente, se sugirió entonces y se .ha repetido siempre, Laureano Gómez quería borrar cualquier rastro de la mala impresión que su anterior actitud hubiera podido causar en los medios oficiales estadounidenses y asegurarse así un flujo continuo de ayuda económica y militar. Esta explicación parece perfectamente razo­nable y acentúa la manera como, incluso sin aplicar presiones de ma­nera abierta sobre un gobierno latinoamericano, los Estados Unidos siempre ejercen cierta dosis de coacción indirecta simplemente con sus decisiones en materia de ayuda y comercio, que afectan nece­sariamente el bienestar de América Latina. Así, pues, cualquier gobernante latinoamericano bien podría esperar que su país recibiera un tratamiento más favorable en otros asuntos si hacía algo que manifiestamente satisfaciera a los Estados Unidos, como Por ejem­plo enviar tropas a Corea.

BOGOTAZO

Se conoce como Bogotazo al magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 en el centro de Bogotá (Colombia) y los hechos subsecuentes al asesinato.

Los hechos tuvieron lugar en el centro de la capital, en la puerta de salida del despacho del caudillo liberal, cuando Juan Roa Sierra, un hombre joven disparó sobre el político. Tres balas impactaron en el cuerpo del abogado penalista y dirigente liberal causándole la muerte pocos minutos después en la Clínica Central, mientras su amigo el médico Pedro Eliseo Cruz procedía a efectuarle una transfusión de sangre.

Los que presenciaron el trágico evento (personas humildes en su mayoría: lustrabotas, loteros, etc.) persiguieron al asesino mientras gritaban "Mataron al doctor Gaitán, cojan al asesino" hasta que finalmente un funcionario de la policía lo atajó e intentó protegerlo de la turba que lo perseguía en una droguería a pocas cuadras del lugar donde ocurrió el magnicidio.
La multitud penetró en la droguería y golpeó a Roa Sierra hasta dejarlo sin vida, para luego arrastrarlo por toda la carrera séptima hasta el Palacio Presidencial, donde dejaron su cuerpo destrozado, sin vida y desnudo.

Estos hechos llevaron a la revuelta nacional en contra del gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, a quien le exigían la renuncia.

Ese día hubo saqueos principalmente en el centro de Bogotá, a lo largo de la carrera séptima inicialmente pero que luego se fueron esparciendo por gran parte de la ciudad, y que hicieron metástasis en varias ciudades de Colombia. Además de los saqueos, hubo incendios provocados por los manifestantes; incendiaron los tranvías, iglesias, edificaciones importantes y los mismos locales saqueados.

En un principio la policía intentó tomar control del asunto, pero luego, algunos policías y militares se unieron a la revuelta propiciando armas y esfuerzos, mientras que otros tomaron las armas y abrieron fuego sobre los manifestantes.

El saldo fue de varios cientos de muertos y heridos, la ciudad destrozada y el inicio de una época de violencia a nivel nacional. Diversos analistas consideran que las consecuencias de éste hecho también contribuyeron a la eventual creación de posteriores movimientos guerrilleros como las FARC y el ELN.
IMAGEN DEL CENTRO DE BOGOTA

QUIEN FUE EL CULPABLE DE LA MUERTE DE GAITAN

La autoría del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán se ha mantenido en el misterio hasta el día de hoy debido al consecuente e inmediato linchamiento del autor material por la multitud enfurecida y por falta de investigación de la información que ha surgido durante los años posteriores al asesinato. Algunos investigadores consideran que todavía persiste la duda de si Juan Roa Sierra fue el autor material del asesinato, de si jugó un papel de soporte o de si no tuvo nada que ver con el.

Existe una gran cantidad de versiones y declaraciones que responsabilizan a diversas personas y grupos de estar detrás la muerte de Gaitán, sin que se haya llegado a una conclusión universalmente aceptada.

Uno de los argumentos consiste en que Juan Roa Sierra, considerado el autor material del magnicidio, se habría entrevistado poco tiempo antes del acontecimiento con el presidente Mariano Ospina Pérez, por lo cual muchos liberales acusaron al gobierno, y exigían la renuncia de Ospina Pérez. Ospina Pérez, por su parte, culpó a los "Moscovitas", y de inmediato rompió relaciones con la Unión Soviética, acusación que mantuvo hasta el día de su muerte en 1974.
Otro argumento es aquel de quienes sustentan que Juan Roa Sierra habría cumplido órdenes de la CIA, que a su vez organizó su posterior asesinato como parte de un plan anti-izquierdista conocido como Operación Pantomima bajo la dirección de los agentes John Mepples Spirito (alias Georgio Ricco) y Tomás Elliot. Una de las personas que sostiene la tesis del involucramiento de la CIA, independientemente de si haya ocurrido de acuerdo con la versión anterior o no, es Gloria Gaitán, hija del líder asesinado.

Varios estudiosos del tema de la muerte de Gaitán, entre ellas Arturo Alape, Gloria Gaitán, y algunos periodistas Colombianos, han propuesto que el caso sea sometido a un tribunal internacional, para que sea este el que solicite se revelen los archivos de la CIA; se entreguen los papeles de Scotland Yard que no fueron incluidos en el proceso de Gaitán en ese entonces, incluyendo la correspondencia entre Juan Roa Sierra y la organización Rosacruz con sede en California; se entreguen las grabaciones y videos de las declaraciones de Mepples Spirito hechas en Cuba; y se entregue los documentos que pueda tener el señor Robayo co-propietario de Diners y del Banco Superior en Colombia. Ese tribunal bien puede ser el Tribunal Internacional de Justicia de las Naciones Unidas con sede en España.

JORGE ELIECER GAITAN


(Bogotá, 23 de enero de 1903 - 9 de abril de 1948) Político y abogado colombiano, alcalde, ministro, congresista y popular candidato del partido liberal a la Presidencia de la República. Siendo candidato fue asesinado en Bogotá, lo que produjo enormes protestas populares conocidas como el bogotazo.

En el año de 1920, comenzó sus estudios en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia de la cual obtuvo su título de abogado en 1924 con la tesis: "Las ideas socialistas en Colombi". Dos años más tarde, se dirigió a Italia ingresó a la Real Universidad de Roma donde obtuvo el título de doctor en jurisprudencia en los años 1926-28 con la tesis “El criterio positivo de la premeditación”, que le significó la mención académica magna cum laude. Fue elogiado y apreciado por Enrico Ferri, el más prestigioso tratadista penal europeo en aquellos años.
Tras regresar a su país en 1928, fue elegido representante de la Cámara, desde donde denunció la masacre de los trabajadores de las bananeras del Magdalena (Masacre de las Bananeras), que quedó inmortalizada en la obra de Gabriel García Márquez Cien años de soledad, lo que le valió el título de «tribuno del pueblo», con el que le honrarían los sectores populares.

En 1931, elegido presidente de la Cámara de Representanes, ejerció también como docente de la cátedra de Derecho Penal en las Universidades Nacional y Libre, siendo nombrado rector de ésta última. Su postura en contra del monopolio de la tierra le granjeó un amplio apoyo del campesinado.

En 1933 fundó la Unión Izquierdista Revolucionaria (UNIR, y su órgano periodístico El Unirismo, que poco tiempo después disolvió para vincularse al Partido Liberal, y desde donde planteó la necesidad de una reforma agraria. Nombrado alcalde de Bogotá en 1936, llevó a cabo importantes reformas sociales; promovió la municipalización de los servicios públicos; trató de establecer los restaurantes escolares; además de esto tuvo un grave conflicto con los conductores de taxis por tratar de uniformarlos.
En 1940 fue nombrado ministro de Educación, emprendiendo una ambiciosa campaña de alfabetización; implantó el zapato escolar gratuito, los restaurantes escolares, el cine educativo ambulante y la extensión cultural masiva. En los años siguientes, Gaitán continuó su intensa vida pública como jurista, político y caudillo. Su acción política se dirigió contra las oligarquías y por la restauración moral de la república.

En Junio de 1945 presentó a consideración de la Convención Liberal su candidatura para la presidencia de la República, pero fue rechazada por los líderes del partido quienes favorecieron a Gabriel Turbay. Gaitán se rehusó a cumplir la decisión de la convención y lanzó su candidatura para las elecciones del 5 de Mayo de 1946. Esta división del partido Liberal favoreció el triunfo del candidato conservador Mariano Ospina Pérez. Así el partido Conservador recuperaba el gobierno después de 16 años de gobierno Liberal.

Gaitán resurgió con nuevos ímpetus en las votaciones del 16 de marzo de 1947 para el Congreso, en donde logró una mayoría indiscutible en la Cámara (73 senadores Liberales y 58 Conservadores) y en el Senado (34 representantes Liberales y 29 para Conservadores). El 24 Octubre Gaitán fue proclamado jefe único del Partido Liberal.

En 1948 recibió el título de doctor honoris causa en Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Libre. Durante el mismo año obtuvo un resonante triunfo en su carrera de abogado, al lograr la absolución de un militar acusado de la muerte de un periodista.

Su asesinato, acaecido el 9 de abril de 1948, provocó una enorme reacción popular que destruyó el centro de Bogotá, y se conoció como el bogotazo. El pueblo bogotano salió a las calles en señal de protesta. La anarquía y la violencia se adueñaron de la capital. La revuelta se extendió a otras ciudades del país, en lo que fue conocido como la Época de la Violencia en Colombia y que algunos historiadores resumen como el colombianazo.

A Gaitán no se le pudo hacer funeral adecuado. La situación de orden público obligó a sus familiares a sepultarlo en su propia casa en donde hoy reposan sus restos, Casa Museo Jorge Eliécer Gaitán calles 48 y 49, carreras 15 y 16.

PRESIDENTES DE LA REVANCHA

Enrique Olaya Herrera. (1930-34)
Alfonso López Pumarejo. (1934-38 )
Eduardo Santos Montejo. (1938-42 )
Alfonso López Pumarejo. (1942-46)

REVANCHA LIBERAL



Una división del partido conservador que llevó dos candidatos a las elecciones de 1930 permitió el triunfo del partido liberal en cabeza de Enrique Olaya Herrera. Los liberales mantuvieron el poder hasta 1946 cuando otra división, esta vez de los liberales, permitió el regreso a la presidencia del partido conservador.

Los presidentes liberales introdujeron una serie de reformas en la vida nacional, la más importante de ellas fue la reforma constitucional de 1936, durante la primera presidencia de Alfonso López Pumarejo. Esta reforma introduce una serie de reformas liberales, incluido el derecho a la huelga.

El partido liberal, en el poder, busca también revancha de la hegemonía conservadora previa, sembrando algunas bases de la posterior época de la Violencia.En 1942 López Pumarejo inicia un segundo período presidencial, pero sufre una crisis institucional y es obligado a renunciar en 1945. La popularidad de Jorge Eliécer Gaitán lo proyecta como candidato del partido liberal y gran opcionado para ganar las elecciones de 1946, pero el temor de la clase política lleva a Gabriel Turbay a lanzar su propia candidatura. Como consecuencia los liberales pierden el poder en 1946.

PRESIDENTES DE LA HEGEMONIA CONSERVADORA

Ramón González Valencia. (1909-10)
Carlos Eugenio Restrepo. (1910-14)
José Vicente Concha. (1914-18)
Marco Fidel Suárez. (1918-21)
Gral. Jorge Holguín Jaramillo. (1921-22)
Gral. Pedro Nel Ospina Vásquez. (1922-26)
Miguel Abadía Méndez. (1926-30)

HEGEMONIA CONSERVADORA

Entre 1860 y 1930 todos los presidentes representaron al partido conservador en lo que se conoció como la hegemonía conservadora.

Como oposición al gobierno de Reyes y en respuesta a los sectores más reaccionarios del partido conservador se funda el partido republicano el cual contaba con el apoyo de varios sectores del partido liberal, pero sus gobiernos, entre 1914 y 1922, fueron eminentemente conservadores y en 1922 el partido conservador oficial retomó el poder.

El período entre 1910 y 1930 marcó definitivamente el ingreso de Colombia al siglo XX. De la sociedad agraria y minera, agravada por guerras civiles que caracterizaron al siglo XIX, las reformas de 1910 y el surgimiento en los años 1920 de un importante sector de servicios y una clase dirigente urbana marcan la historia social de Colombia.

En 1928 se funda, junto con capital alemán, Scadta, segunda aerolínea comercial en el mundo y predesesora de la actual Avianca.

ANTECEDENTES




La “Era de la Violencia” como también se conoce al periodo comprendió de violencia partidista.
En Colombia hacia el año de 1886 y 1956 donde el siglo XX comienza en Colombia en medio de una de sus mayores guerras civiles “la Guerra de los Mil Dias”, que duró entre 1989 y 1902. Esta guerra, que se puede enmarcar dentro de las demás guerras civiles del siglo XIX colombiano se agravó cuando la dirigencia liberal ordenó a sus casi vencidos ejércitos no rendirse y refugiarse en la guerra de guerrillas.

Firmada la paz, la guerra trajo dos importantes consecuencias. El país arruinado, junto con muchas otras causas, precipitó la separacion de Panama en 1903. Adicionalmente surge la figura del general Rafael Reyes como una esperanza para mejorar el país.

Reyes inicia una serie de reformas, incluyendo la creación de unas Fuerzas Armadas de carácter nacional. Sus reformas, si bien populares al principio, generaron una resistencia de la clase política que propiciaron el cierre del congreso por parte de Reyes y la asumción de este de poderes dictatoriales. En 1909 un año antes de que se venciera su período constitucional, y cinco años antes del vencimiento de la prórroga a 10 años otorgada a su mandato, Reyes abandona el cargo.Una reforma constitucional en 1910 prohibe desde entonces la participación de militares en la política, lo cual, junto con la creación de un ejercito nacional y permanente marcan la separación entre política y militares que han caracterizado a Colombia durante el siglo XX.